27/04/2025
El verano ha llegado con fuerza, trayendo consigo olas de calor abrasador en diversas partes del mundo. Ante el implacable aumento de las temperaturas, millones recurren al aire acondicionado como un salvavidas para encontrar alivio. Sin embargo, existe una profunda paradoja: el uso masivo de estos sistemas, que nos permiten combatir el calor local, está contribuyendo activamente al calentamiento global y exacerbando la misma crisis climática que nos obliga a buscarlos. Esta dinámica perversa plantea una pregunta crucial: ¿pueden nuestras ciudades y nuestra forma de vida adaptarse a un futuro más cálido sin depender de tecnologías que, irónicamente, calientan aún más el planeta?
Para entender mejor este dilema, es fundamental analizar el impacto del aire acondicionado, tanto en edificios como en vehículos, y explorar alternativas sostenibles que se alineen con la necesidad urgente de mitigar el cambio climático. La entrevista con Mark Radka del PNUMA arroja luz sobre la magnitud del problema y apunta hacia soluciones que, en muchos casos, se encuentran en la naturaleza misma.

La proyección del aumento de las temperaturas urbanas es alarmante. Si las tendencias actuales persisten, para el año 2050, se estima que cerca de 1.000 ciudades experimentarán temperaturas promedio de 35ºC durante el verano. Esta cifra triplica las 350 ciudades que actualmente alcanzan esos niveles. La población urbana expuesta a este calor extremo se disparará un 800%, llegando a 1.600 millones de personas a mediados de siglo. El calor extremo no solo pone en riesgo la vida, sino que también tiene un efecto devastador en las economías. Un informe reciente destacó que en Dhaka, la capital de Bangladesh, el estrés térmico ya es responsable de una pérdida estimada del 8% de su PIB, una cifra que solo aumentará con el calentamiento.
La contribución de los sistemas de refrigeración a esta crisis es significativa. Una parte considerable de los equipos de refrigeración modernos utiliza refrigerantes de tipo hidrofluorocarbonos (HFC). Estos son potentes gases de efecto invernadero que tienen un impacto mucho mayor en el calentamiento global que el dióxido de carbono. Además de los refrigerantes, el consumo de energía de estos aparatos es enorme, lo que los convierte en una doble carga para el clima. A pesar de la eliminación progresiva de los HFC gracias a la Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal, si no cambiamos nuestras prácticas, se prevé que las emisiones derivadas de la refrigeración y el aire acondicionado se dupliquen para 2030 y se tripliquen para 2050. Esto significaría pasar del 7% actual de las emisiones mundiales de GEI a una cifra mucho mayor. La situación es clara: cuanto más intentamos enfriarnos con los métodos actuales, más calentamos el planeta.
La demanda de climatización representa ya casi el 20% de la electricidad consumida en los edificios a nivel mundial. Es, de hecho, el uso de energía que crece más rápidamente en este sector. Se espera que este consumo se triplique para 2050. Sin embargo, este consumo y su crecimiento varían enormemente según la geografía, el clima y los ingresos de cada región o país. Esto subraya la necesidad de enfoques adaptados a cada contexto.
Ante este panorama, las ciudades tienen un papel crucial que desempeñar en la reducción del impacto ambiental de la refrigeración. Pueden implementar o incentivar diversas soluciones, desde la aplicación de normas de planificación urbana que favorezcan la ventilación natural y la reducción del calor absorbido por las superficies, hasta la promoción de enfoques innovadores como la climatización urbana centralizada, que puede ser más eficiente que los sistemas individuales. Un manual desarrollado por el PNUMA, titulado "Vencer el calor: Manual de climatización sostenible para ciudades", ofrece una guía para que las ciudades tomen medidas concretas.
Una de las vías más prometedoras y con múltiples beneficios son las soluciones basadas en la naturaleza (SbN). Estas soluciones no solo ayudan a mantener las ciudades frescas, sino que también mitigan el perjudicial efecto de la isla de calor urbano, reducen directamente la demanda de aire acondicionado y mejoran la resiliencia de los habitantes ante el calor extremo. Son una herramienta fundamental para que las urbes se adapten al cambio climático.
Existen diversos ejemplos concretos de cómo las SbN pueden enfriar las ciudades. Plantar y conservar grandes extensiones de árboles y bosques urbanos es sumamente efectivo. Los árboles proporcionan sombra a calles y edificios, lo que reduce la absorción de calor. Además, potencian el enfriamiento por evaporación y reducen la temperatura del aire a través de la transpiración, un proceso natural similar a la "sudoración" de las plantas. Se estima que, en un día soleado, un solo árbol puede transpirar cientos de litros de agua, generando un efecto de enfriamiento comparable al de dos aparatos de aire acondicionado domésticos funcionando durante 24 horas. Una investigación global sugiere que invertir 100 millones de dólares anuales en árboles en las calles podría reducir las temperaturas máximas en días calurosos en 1°C para 77 millones de personas.

Otras soluciones basadas en la naturaleza incluyen la creación de masas de agua en zonas urbanas, como lagos, canales, estanques y humedales. Estos cuerpos de agua tienen un efecto refrescante significativo en su entorno. El PNUMA está trabajando en proyectos de restauración de humedales en cuatro ciudades, esperando beneficiar a un 10% de la población total de la República Democrática Popular Lao.
Los tejados verdes, cubiertos parcial o totalmente de vegetación, son otra SbN eficaz. El Consejo Nacional de Investigación de Canadá descubrió que los tejados verdes pueden reducir los costos de aire acondicionado en verano hasta en un 75%, además de otros beneficios como la gestión del agua de lluvia y la mejora de la biodiversidad urbana.
El avance hacia una climatización sostenible a nivel mundial pasa por comprender mejor y aprovechar los beneficios de las soluciones basadas en la naturaleza. El PNUMA lidera esfuerzos para apoyar el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global, promoviendo una "Solución de Seis Sectores" que incluye estrategias para reducir emisiones en Energía, Industria, Agricultura y Alimentación, Bosques y Uso del Suelo, Transporte, y Edificios y Ciudades.
Más allá de los edificios, el aire acondicionado en los automóviles también tiene un impacto ambiental considerable. Cada año, los sistemas de aire acondicionado de los coches son responsables de la emisión de 420 millones de toneladas de CO2e, una cifra equivalente a las emisiones anuales de todo México. De estas emisiones, dos tercios provienen del consumo de combustible. El aire acondicionado puede representar hasta el 20% del consumo anual de combustible de un vehículo en climas cálidos, lo que significa que usarlo aumenta la quema de gasolina o diésel y, por tanto, las emisiones de CO2.
El tercio restante de las emisiones del aire acondicionado automotriz proviene de las fugas de potentes gases refrigerantes, como los HFC. A diferencia de los sistemas estacionarios, los sistemas de aire acondicionado de los coches no están sellados herméticamente de fábrica. Están unidos por tuercas y pernos que, con los miles de kilómetros de conducción, baches y vibraciones, pueden aflojarse, provocando fugas de refrigerante. Estas fugas no solo liberan gases nocivos a la atmósfera, sino que también reducen la eficiencia energética del sistema, desgastan componentes como el compresor y disminuyen la capacidad de enfriamiento del aire.
Otro momento en que se emiten refrigerantes es durante las reparaciones. Cuando los mecánicos necesitan trabajar en componentes importantes del sistema, a menudo deben vaciar el gas refrigerante restante. Aunque existen equipos especializados para recuperar el refrigerante y reutilizarlo, no siempre se utilizan. El uso de este equipo beneficia tanto al mecánico (al reducir la necesidad de comprar gas nuevo) como al planeta (al evitar la liberación de gases a la atmósfera).
Si bien el aire acondicionado automotriz ofrece beneficios para el conductor, como una conducción más fresca y confortable, capacidad para desempañar el parabrisas rápidamente, mejora de la calidad del aire interior, aumento de la seguridad al reducir la fatiga, y mejora de la aerodinámica al permitir mantener las ventanas cerradas (lo que, en viajes largos, puede ahorrar más combustible que ir con las ventanas abiertas), es crucial ser consciente de su impacto ambiental.

Para minimizar este impacto, el mantenimiento regular del sistema de aire acondicionado del coche es fundamental. Un sistema bien mantenido garantiza un rendimiento óptimo, evita fugas de refrigerante, previene costosas reparaciones a largo plazo, ayuda a ahorrar combustible al funcionar de manera eficiente, y contribuye a mantener el valor del vehículo. Problemas comunes como fugas de refrigerante o filtros de aire sucios pueden afectar negativamente todos estos aspectos.
En conclusión, el aire acondicionado es una tecnología que nos permite adaptarnos a climas cada vez más cálidos, pero su uso extensivo y los métodos actuales de refrigeración, tanto en edificios como en automóviles, están contribuyendo significativamente al calentamiento global. Enfrentar este desafío requiere un enfoque multifacético: mejorar la eficiencia energética de los sistemas, utilizar refrigerantes menos dañinos, y, crucialmente, invertir y promover soluciones basadas en la naturaleza en entornos urbanos. Solo combinando avances tecnológicos con la sabiduría de la naturaleza podremos encontrar formas de mantenernos frescos sin seguir calentando el único hogar que tenemos.
Aspecto | Aire Acondicionado Tradicional | Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) |
---|---|---|
Principal Mecanismo | Ciclo de refrigeración (compresión/expansión de refrigerante) | Sombra, evaporación, transpiración |
Impacto en GEI | Emisiones directas (HFC) e indirectas (consumo energético) | Reducción de la demanda energética (indirecto), captura de CO2 (árboles) |
Consumo de Energía | Alto y creciente | Muy bajo o nulo (depende del riego si es necesario) |
Efecto en Isla de Calor Urbano | Puede exacerbarla (expulsión de calor) | Mitiga y reduce la isla de calor |
Otros Beneficios Urbanos | Principalmente confort térmico interior | Mejora calidad del aire, gestión del agua, biodiversidad, bienestar, estética |
Costo de Implementación | Variable (depende del sistema) | Variable (plantación, infraestructura verde) |
Mantenimiento | Requiere revisión periódica de componentes y refrigerante | Requiere riego, poda, cuidado de la vegetación |
Preguntas Frecuentes:
¿Qué son los hidrofluorocarbonos (HFC)?
Son gases sintéticos utilizados comúnmente como refrigerantes en aires acondicionados y otros sistemas de refrigeración. Son potentes gases de efecto invernadero que contribuyen significativamente al calentamiento global.
¿Cuánto contribuye la refrigeración a las emisiones globales de gases de efecto invernadero?
Actualmente, la refrigeración y el aire acondicionado representan alrededor del 7% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, con proyecciones de que esta cifra se duplique o triplique para 2050 si no se toman medidas.
¿Qué son las Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) para enfriar ciudades?
Son enfoques que utilizan ecosistemas naturales o modificados para abordar desafíos sociales y ambientales. En el contexto del calor urbano, incluyen plantar árboles, crear cuerpos de agua y construir tejados verdes, que enfrían el entorno mediante sombra, evaporación y transpiración.
¿El aire acondicionado del coche realmente gasta mucho combustible?
Sí, el uso del aire acondicionado en un coche puede aumentar significativamente el consumo de combustible, especialmente en climas cálidos. Puede representar hasta el 20% del consumo anual de combustible de un vehículo. Sin embargo, en viajes largos por carretera, abrir las ventanas puede generar más resistencia aerodinámica y, en algunos casos, consumir más combustible que usar el aire acondicionado.
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